Igor Barreto. Foto de Carlos París
¿Qué tal si un día cualquiera de tu vida pedestre, digamos que comprando papas, te encuentras con tu poeta más amado, así ya hubiera muerto en un lugar remoto hace muchos años? Sabes que no puede ser él, pero él dice que sí, sin mucho énfasis, es verdad, pero al fin y al cabo, ya que vives en tu favela caraqueña, tu gueto tropical, cercado por la miseria y la violencia, ¿por qué no dejarte ir, “atrapado por la ficción”? ¿Acaso no “somos retazos de vida extrema, copias de nosotros mismos”?
Si su libro anterior, Annapurna, la montaña empírica, fue un prodigio de imaginación poética y un lúcido canto contra el autoritarismo, con El muro de Mandelshtam Barreto sube la apuesta: sus 133 vertiginosas páginas llenas de audacia artística desafían al lector.
Como casi todos sus libros, también éste ha sido editado por la Sociedad de Amigos del Santo Sepulcro, cuyo único autor publicado es precisamente Igor Barreto. Por cierto, vale la pena comentar que esta Sociedad compuesta por familiares del poeta e ilustres difuntos del estado Apure (pueblo natal de Barreto), con los años ha ganado en cosmopolitismo, pues no solo ha incorporado a poetas como Eugenio Montejo, Arnaldo Acosta Bello y Juan Sánchez Peláez, sino también a varios familiares del escritor argentino Sergio Chejfec. Eso me llenó de esperanzas; sí, debo confesar una de mis ilusiones egocéntricas: espero que, a su debido tiempo, aunque no haya nacido en Apure, mi nombre sea admitido en tal honorable sociedad.
Volvamos a lo nuestro, al muro vertiginoso. No puedo dejar de preguntarme cómo ha logrado Igor Barreto que todo lo que trajo a sus páginas funcione con tanta loca lógica y eficiente naturalidad. Y con todo me refiero a ideas, historias, personajes, géneros literarios… No faltará quien se pregunte: ¿es este un libro de poesía? Aunque hay mucho de dramaturgia y de narrativa, con una mano en el corazón respondo: sí. En ese y otros sentidos, El muro de Mandelshtam es un libro de nuestro tiempo cuyo género se define más por su espíritu que por su forma.
Osip Mandelshtam
Iniciando la aventura, el autor nos presenta en sus primeros tres epígrafes los temas que conoceremos. Está Osip Mandelshtam, por supuesto, el invitado central, de la mano del gran tema, la pobreza: Vive tranquilo y consolado, en la pobreza opulenta, en la miseria poderosa. Luego Malcom Lowry, hablando del fuego y el miedo, y por último Ammons haciendo referencia a la basura, una presencia persistente en el libro: basura tiene que ser el poema de nuestra época porque la basura es lo bastante espiritual, espiritual y creíble como para embargarnos la atención…
¿Dije que el libro tenía mucho de dramaturgia?, pues si alguna duda quedaba, irrumpe en página aparte el epígrafe de Ana Blandiana: Uno, dos y tres, / Todo lo que ves, / Dos, tres, cuatro / Todo es teatro.
Pobreza, miedo, basura, teatro… Podría decirse que hay un nudo dramático, personajes, historias; no en vano Barreto estudió cine en Rumania (¡en la Rumania de Ceaucescu!). La historia y su nudo: en un terreno abierto del barrio donde vive, el autor conoce a quien afirma ser el poeta ruso Osip Mandelshtam. Pero cómo, ¿no murió Mandelshtam en 1938 en un campo de prisioneros de Siberia, enviado por Stalin? Sí, es verdad, murió hace casi 80 años, ¿y eso qué importa, qué nos impide aceptar lo imaginado y entregarnos a la literatura?
A partir de esta aceptación inicial, todo vale. Por eso con tanta naturalidad los bloques de cruda realidad (muertes gratuitas, hacinamiento, suciedad) se vuelven legos mágicos que reconstruyen esa barriada de Caracas, universal en su pobreza, en su violencia y aislamiento.
Y como a Barreto no le gusta escribir solo, en esta obra mayor cuenta con muchas y variadas colaboraciones literarias, muy efectivas para armonizar géneros y estructuras. Son las más notorias Mandelshtam, la Divina comedia de Dante (una de las lecturas esenciales para Mandelshtam) y Edgar Lee Master (Antología de Spoon River). Con estos asistentes, el autor va tejiendo su nudo: “Se trata de un juego con palabras que vincula tanto seres como situaciones de distinta naturaleza”.
Así, vemos a Osip instalado en el gueto de Ojo de Agua, allí encuentra el amor, o tal vez el desamor, escribe (“He visto cómo la multitud / devora los frutos prohibidos / y repite la oración inversa / del odio por nosotros mismos”), hace amigos, hace enemigos… es aceptado en el barrio, tal como es aceptado por los lectores, tal vez por eso una noche llega al barrio el transiberiano, el de “majestuosa estrella roja al frente de su locomotora”, el mismo tren que había llevado a Osip al exilio en Vladivostok. Los vecinos observan a los pasajeros por las ventanillas, escuchan un agudo silbido y luego alguien que grita ¡Ostranénie! Osip traduce a los vecinos intrigados: ostranénie significa extrañamiento, locura. Hasta que finalmente el transiberiano desaparece en la noche seguido por este comentario encantador de los asombrados espectadores: “¡Mira que llamarnos locos estos malditos rusos!”
Sin duda estamos ante un momento de gran significación. Para los formalistas rusos ostranénie (остранение) era una suerte de recurso literario que al presentar una realidad fuera de su contexto conocido y destacar así su carácter ficcional permitía descubrir nuevas perspectivas y refinar la percepción. No se puede negar que la percepción del lector sube varios niveles luego de imaginar a una locomotora soviética entre las estrechas callejuelas del barrio. Además, ¿acaso esa locomotora de otro mundo, de otro tiempo, que aparece en la noche tropical entre vapores y silbatos, ante la mirada asombrada de los habitantes no nos recuerda a Federico Fellini? ¿No es la misma mirada afectuosa que rescata sin condescendencias la humanidad de los más pobres?
Y más ostranénie: en honor a Mandelshtam nieva en el gueto. Es otro gran momento digno de Fellini: “Todas las casas fueron pintadas / gratuitamente de blanco / y mucha de la pobreza se escapó / por esa loza quebrada / de un cielo encapotado.”
Esta primera parte del libro, llamada “Rayas sobre el muro” termina con la desaparición de Mandelshtam -quien sin embargo seguirá presente. Los vecinos hacen una suerte de performance para recordarlo: construyen un globo negro con bolsas de basura, dicen que es una luna negra o un eclipse de sol. “El globo se elevó la tarde de un día viernes. Solo deseamos que donde se encuentre el poeta ruso Osip Mandelshtam lo pueda ver”.
Los epitafios, a la manera de Edgar Lee Masters y de los epigramas palatinos, nos cuentan en primera persona más historias de personas tristes y sencillas. Y todo se anuda, tal como lo desea el autor, para llegar a un momento alto, quizá el más alto en toda la obra de Barreto: el largo poema titulado “La caja y la pregunta sobre la pobreza”. Cito algunos versos:
Era un objeto orgánico
Y mecánico a la vez, pero también sólido y muerto.
Lo cierto es que la caja estaba justamente
En el centro de esa vereda para que alguien la encontrara
Y así fue:
La llevaron a la calle principal del ghetto
Donde todos los habitantes se reunieron.
Un alguien dijo que en su interior estaba la definición de la pobreza:
La sensación pastosa de los días,
La sombra que trepa con su hábito apocando las casas. (…)
Lo cierto
Es que un ojo se acercó para ver
La raíz de lo que eran
Y la lengua rozó la superficie
Para indagar el sabor
Y la sacudieron por los aires
Buscando algún sonido que pudiera identificarlos.
*
En la sección “Flores tras las rejas. Recuerdo de una experiencia en prisión”, el autor reflexiona acerca de los apasionantes ejercicios literarios realizados con los prisioneros de una cárcel caraqueña, tan infame que terminó siendo dinamitada. En “Retorno (a la clase media)” la pobreza, casi un personaje mismo, se presenta con su intenso dolor estético.
Finalmente, el libro incluye fotografías en blanco y negro de Ricardo Jiménez, imágenes sobrias y claustrofóbicas de una típica barriada caraqueña.
Digo con el mayor fervor, que todas las 133 páginas merecen ser leídas –incluyendo el conmovedor colofón del impresor Javier Aizpúrua.
Blanca Strepponi
Esta reseña fue publicada el 16 de julio de 2017 en el Papel Literario del diario El Nacional
http://www.el-nacional.com/noticias/entretenimiento/muro-mandelshtam-igor-barreto_193341